martes, 1 de febrero de 2011

Antropología platónica



-¿Qué diremos ahora de la efectiva adquisición del conocimiento? ¿El cuerpo será un obstáculo o no, si uno lo asocia a esta búsqueda? Quiero decir más o menos esto: ¿puede que ofrezcan alguna certeza a los hombres la vista y el oído? ¿O bien pasa lo que los poetas no se cansan de repetir, que ni sentimos ni vemos nada con precisión? Si, pues, de entre los sentidos corporales éstos no son precisos ni seguros, difícilmente lo serán los otros, que les son, creo, inferiores. ¿O no te lo parecen?
-Bastante- contestó él.
-¿Cuándo, entonces—dijo Sócrates-, capta el alma la verdad? Porque siempre que la intenta percibir asociada al cuerpo, es evidente que queda engañada por él.
-Tienes razón.
-¿No es cuando razona que llega a adquirir, si alguna vez llega a él, un conocimiento de las cosas que son?
-Sí.
-¿Y no es cierto que razona mejor que nunca cuando nada de eso la turba, ni el oído, ni la vista, ni el dolor, ni ningún placer, sino que se recoge en ella misma tanto como puede dejando estar el cuerpo y, absteniéndose de asociarse a él o de recibir su contacto, aspira hacia lo que es?
-Es así.
-¿Y no es también en esta ocasión, pues, que el alma del filósofo tiene el más grande desprecio para su cuerpo, lo esquiva y procura quedar recogida en ella misma?
-Bien lo parece […]
-[…] El cuerpo, en efecto, nos produce infinitas incomodidades por su indispensable nutrimiento; y más aún si se añaden enfermedades, que obstaculizan nuestra búsqueda de lo que es real. Nos llena de amores, de deseos, de quimeras de todo tipo, y de mucha tontería, de tal manera que, de hecho, como se suele decir, mientras estamos bajo su dominio, no nos es posible ejercitar en ninguna cosa nuestro pensamiento. Porque de las guerras, de las sediciones, de las batallas nadie más que el cuerpo y sus pasiones son la causa. Ya que todas las guerras se producen por poseer riquezas, y si nos vemos obligados a adquirirlas es por razón de nuestro cuerpo, el cual debemos servir como unos esclavos; él es también el motivo de que no tengamos tiempo libre y de cultivar la filosofía. Y lo peor de todo es que si alguna vez nos deja tiempo libre y nos giramos a examinar alguna cosa, interfiere continuamente nuestra búsqueda, la perturba, la confunde y de tal manera nos aturde que, por culpa de él, somos incapaces de percibir la verdadera realidad.
Platón, Fedón, 65a-66b.

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